Cuando me toca tomar decisiones importantes con cierta trascendencia en mi vida, suelo hacer listas de pros y contras. Probablemente para autoconvencerme de que la opción que escoja habrá sido la más acertada. En la última decisión que tomé ganaban por goleada los contras y sin embargo “me arriesgué” y quise que esa fuese LA opción. Y hoy, dos años después, cero arrepentimientos y habiendo tachado (casi)todas las palabras de la lista de “contras” no puedo estar más feliz por haberme mudado a una ciudad única.
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